miércoles, 6 de noviembre de 2013

Posmodernidad y globalización .



El proceso de globalización por el que atraviesa la humanidad en su conjunto es abordado como una consecuencia lógica de la expansión del capitalismo a nivel mundial, en donde los paradigmas de la cultura, las tradiciones, la comunidad, el territorio y el Estado–nación son trastocados de tal forma que se hace necesario construir nuevos conceptos para intentar comprender y explicar los procesos por los que transcurre la humanidad en al actualidad. Medios masivos de comunicación, sociedad de la información, posindustrialismo, posmodernismo, son algunos de las categorías que surgen, para intentar explicar el presente en que vivimos. Brünner discurre en el desarrollo del texto en cada uno de estos conceptos, los toma, analiza y ubica como categorías propias de la globalización y la posmodernidad desde una perspectiva que permite comprender cabalmente las inéditas circunstancias en que estamos insertos todos los seres humanos, no importando origen étnico o nacionalidad, todos de alguna forma u otra formamos parte de esta nueva realidad mundial.

La definición de globalización se entiende como la extensión de los mercados, es decir, como parte inherente al modo de producción capitalista, por ello es necesario afirmar que su lógica de reproducción no ha cambiado, es más, se ha extendido el criterio de máxima ganancia en menor tiempo posible; de igual forma, la noción de trabajo adquiere una dimensión universal, los mecanismos de obtención de la plusvalía se incrementaron, acrecentándose también la alineación del trabajo, toda vez que los procesos de producción se han fragmentado y diversificado por todo el orbe. La idea de la posmodernidad es entendida entonces como el “estilo cultural correspondiente a esa realidad global” (p. 11) parece que viene a argumentar que la dimensión global está más allá de las voluntades de los seres humanos y por lo tanto aparece como neutra, “sin izquierdas ni derechas” (p. 11).

La cultura como parte de la globalización emerge comprendida sólo desde la perspectiva de la posmodernidad y será en este campo que se podrán explicar los procesos globales, es por ello que el tema de las industrias culturales emerge como el elemento central de transmisión y reproducción de la cultura, son ellas quienes dominan a nivel global dicho proceso. Vivimos en un espacio de producción constante y permanente de símbolos transmitidos y promovidos por las industrias culturales. Se señala que las tradiciones están en proceso de desaparición, de “descentración”, “… son devoradas con la misma rapidez que las novedades, alcanzando ambas su punto de fuga antes haber cristalizado en la conciencia de la gente” (p.15). Sin embargo, desde mi punto de vista no se alcanza a caracterizar cómo y de que forma son devoradas, parece que no hay más una opción, que los contenidos de la posmodernidad actúan sólo como un proceso unidireccional y uniforme, es decir, que se influye de igual forma en los distintos grupos sociales y culturales, no se toma en cuenta que los grupos humanos que sostienen dichas tradiciones, también son actores que quizá están en un proceso de refuncionalización y resignificación de sus propias tradiciones.

Si bien la globalización ofrece un innumerable mercado de signos, a una velocidad vertiginosa que espera que los sujetos –sean individuales o colectivos, asimilen e incorporen a su cotidianidad todo el bombardeo de mensajes que se emiten por los medios masivos de comunicación, motivando y promoviendo el consumo y la homogenización de la cultura. En realidad, lo que sucede es que los sujetos resignifican ese mercado de signos, es decir, los múltiples mensajes y los innumerables signos y símbolos que a diario se transmiten, no son asumidos pasivamente, sino que cada grupo los incorpora a su código de acuerdo a su realidades sociales e historicidad específica, así como a su sistema de símbolos y significados construidos socialmente, los nuevos signos son adoptados y adaptados conforme se pone en juego su sistema de necesidades.

En realidad, la globalización debe ser vista como el contexto en que desenvuelve la sociedad en su conjunto en la actualidad, por tanto, en cuanto entorno es necesario ubicar sus límites, influencias y estigmas. En el mismo sentido, es preciso acotar la idea de la posmodernidad, si bien al insertarse y formar parte de los procesos globales, de alguna manera refleja los intereses que surgen del capitalismo global, no lo es todo, no actúa y se desenvuelve de forma homogénea, aunque intenta convertirse en la nueva cultura hegemónica de la humanidad. Brünner afirma que  “… el mercado de símbolos es ahora la base de la conciencia posmoderna y global”, (p. 22) no obstante, no se puede reducir los procesos de significación y resignificación a un simple “mercado de símbolos”, es relevante comprender los nuevos mecanismos de los mercados globales, pero no se debe caer en un reduccionismo económico, para así poder caracterizar las dinámicas culturales.

Entre los aspectos que se destacan en el proceso de generación de la globalización, especial relevancia corresponde a la formación de una “sociedad de la información inmersa en un clima cultural de época; (p. 27) que si bien se extiende por todo el globo, no es universal, es decir, no todos los seres humanos participan bajo las mismas condiciones ni forman parte de ella, sólo un sector de la humanidad tiene acceso y capacidad de tomar decisiones respecto a la múltiple información y formas de comunicación que se encuentran disponibles. Sin embargo, todavía la mayor parte de la humanidad sólo recibe la información, no ha alcanzado a poseer los medios tecnológicos y de conocimiento para recibir, procesar y retroalimentar la información generada en los procesos provocados por la globalización.

En este contexto, se reconoce que la sociedad de la comunicación no ha traído certezas a la humanidad, al contrario a provocado más incertidumbre. La sociedad actual vislumbra los cambios, pero desconoce el carácter de los mismos. Las sensaciones de incertidumbre e inseguridad que se desprenden de los procesos de globalización y de la cultura del capitalismo global que lo acompaña, o sea la posmodernidad no encuentran dar certezas entre otras cosas por que responde a la proyección apocalíptica con la que occidente a construido su idea de futuro, es decir, se es consecuente con la cancelación de opciones civilizatorias que permitan configurar un futuro alterno.

Acompañando en todo momento las sensaciones de incertidumbres manufacturadas, la globalización ha puesto en crisis –y la vez que confirma, la visión judeocristiana y positivista del progreso continuo, permanente, ininterrumpido e interminable, por cierto también inalcanzable. Las sensaciones de miedo e incertidumbre, propician que la dinámica de capitalismo mundial se convierta en inaprensible para la mayoría de la humanidad, y con ello se crea la imagen, por cierto real de que el futuro no puede ser otro que apocalíptico, es la certeza del fin de la historia que se desprende de la misma posmodernidad. Se admite que la globalización esta influyendo en modificar las estructuras soportantes de la sociedad, sobre todo la idea de la familia, sin embargo, en el ámbito de la reproducción de la cultura no es suficiente con hacer generalizaciones o apuntar que los procesos provocados por la globalización están por encima de la gente, son irreversibles y necesariamente son así, como se nos presentan actualmente. Hace falta profundizar en las repercusiones que éstos están teniendo tanto en el seno de las familias, como su impacto en la organización y cotidianidad de las comunidades.

Con la intensión de construir una fenomenología  de la posmodernidad e intentar establecer una conciencia posmoderna, Brünner señala seis aspectos centrales, que según él constituyen a la cultura de la globalización:

1º. “… ser posmoderno (o sea, ser actual) es pertenecer a un mundo que se aleja rápidamente de cualquier territorio conocido”, (p.50), sin embargo, el punto está en las formas de en que la humanidad se incorpora para “pertenecer a ese mundo”, resulta que no todos alcanzan a participar, sino sólo a mirar.

2º. “… ser posmoderno es contribuir a deconstruir, deshacer todo lo que queda o resta del viejo mundo”, (p.51), la familia, las tradiciones, la comunidad, el arraigo, entre otros aspectos son los llamados a ser decontruidos, no obstante, no se considera la posibilidad de que la cultura vista desde las personas y los grupos sociales se encuentran más bien resignificando y reconstruyendo sus sistema de valores y creencias.

3º. “… ser posmoderno es hacerse cargo de las consecuencias de esa radical inversión de la racionalidad de Occidente”, (p. 51) pero, se hace necesario considerar hasta donde, occidente como proyecto civilizatorio está dispuesto a visualizar su futuro, no debemos reducir la discusión a la fatalidad de la posmodernidad.

“… el clima de la posmodernidad es de un generalizado vaciamiento del sentido (meaning). Todo se convierte en objeto de comunicación. Incluso, las propias identidades personales son concebidas como un baile de máscaras,” (p.52), pero no toma en cuenta que las identidades se configuran a partir de procesos dinámicos, en los cuales los individuos y los grupos adquieren con su experiencia de vida diversas niveles de identidad o identidades múltiples, mismas que se ponen en juego o a prueba de acuerdo a las circunstancias en que se encuentren o donde les toque desenvolverse, por ejemplo, si lo que está en juego es su identidad comunitaria, entonces se realizan múltiples estrategias para formar parte de ese campo identitario, por ejemplo, participando en las fiestas populares, en los sistemas de cargos, transfiriendo recursos económicos para obras comunicarías, etcétera.

5º. “…ser posmoderno es comprender, a partir de esa asunción radical de la contingencia, que el futuro no existe; o bien, como dice Baudrillard, que ya ha arribado”. (p. 53), es entonces, el agotamiento de la civilización occidental como tal.

6º. “… ser posmoderno es aceptar radicalmente que las distintas esferas culturales –alta o baja, de elite o de masas, seria o banal, pesada o liviana, densa o difuminada, textual o audiovisual– forman parte del Zeitgeist (espíritu de época) a igual título y son legítimas representantes de él.”. En términos de León Olive, sería aceptar la existencia de una multiculturalidad factual, que admite reconocer las diferencias en las expresiones y manifestaciones de la cultura, pero no acepta, que cada una de las diversas culturas que cree reconocer está constituida por complejos sistemas de valores, mismos que están en juego e interactuando también de la globalización –a veces en sus propios términos, a veces en desventaja.

En este orden de ideas, el autor propone que “… Como forma de organizar la vida (y no sólo la producción), el capitalismo ha ingresado a una nueva fase. Está creando un mundo cuyas reglas de funcionamiento alteran profundamente la organización de las sociedades, la cultura y la política”. (p. 65). Es una fase que modifica las reglas y formas establecidas con anterioridad, se inserta en la vida de todos los seres humanos, es la nueva condición del capitalismo, pero sus reglas fundamentales que lo caracterizan no se han modificado y siguen vigentes. Una de sus consecuencias es la terrible desigualdad que ha provocado a nivel de la población mundial, nunca antes en la historia de la humanidad había existido tanta pobreza tan extrema y contrastante con la gran acumulación de riqueza de unos cuantos. En virtud de tal desigualdad, el acceso a los bienes y servicios que aparecen en la oferta cultural no es la misma, no se tienen las mismas oportunidades, en este sentido, la apropiación y significación de dicha oferta cultural no es homogénea.

Se sostiene, de todas maneras que la expansión mundial del capitalismo suscita la disolución de las ligaduras que anclan a la gente a su cultura, generando relaciones postradicionales o posnormativas, esto es, que los individuos tienen cada día mayor independencia para decidir respecto a sus “ataduras culturales”, este es uno de los postulados que caracterizan a la posmodernidad. A pesar que el proceso de la globalización ha abierto las posibilidades de elección en los ámbitos de la adscripción étnica, con relación a la familia, a la religión, a la nación, en realidad debido al incremento de las desigualdades y a la modificación de las condiciones de trabajo que ha acompañado a la globalización, los sujetos tienen cada vez menos posibilidades de elección, teniendo que recurrir a lo conocido, que es entre otras cosas a retomar su sistema de valores y sus rasgos identitarios, es decir, retomar las ligaduras que les dan solidez orgánica, ya que éstas, están los referentes construidos social e históricamente, no sólo como forma de resistencia, sino como estrategia para mantener un carácter identitario, en este sentido, en los diversos grupos sociales se están replanteando el papel que juegan actualmente la familia, la religión, el género, las minorías étnicas, etc.

Un actor central del proceso de globalización son los medios de comunicación, éstos se convierten en una de las esferas de mayor influencia política y de legitimación del poder, “crean nuevos universos culturales”, (p.88) es decir, nuevos universos simbólicos, en sus lazos con el poder construyen (o destruyen) una red de las significaciones en torno al poder, legitiman (o deslegitiman) la democracia.

Decisivo para este proceso ha sido la globalización del modelo democrático, la socialización de los valores asociados a este régimen y la destradicionalización de las sociedades”, (p. 109), con el avance del capitalismo mundial para que los mercados globales tengan cierta estabilidad social, que permitan garantizar mínimamente que las inversiones y las mercancías que se introducen en los distintos países puedan ser recuperados con lo menores riesgos, se busca crear mecanismos de estabilidad y legitimación, de ahí, que el modelo de democracia representativa tanto en su versión norteamericana –presidencialista, así como los modelos europeos de representación parlamentaria se expandan.

Ahora bien, la expansión e influencia de los medios de comunicación en la divulgación de una mayor información sobre los asuntos de la política, ha traído como consecuencia el fortalecimiento de la sociedad civil, tanto las ONG’s como la población en general se encuentra más informada, propiciando con ello que se establezcan mecanismos de supervisión de los representantes políticos. El modelo se debate entre la legitimación y la deslegitimación, de ahí la creciente participación e interés de los medios en los temas de la política, en ellos está en gran medida su poder para legitimar y deslegitimar las formas de la democracia política.

Sin embargo, a pesar de la necesidad constante de estar legitimando el poder al interior de los estados nacionales, el Estado, como entidad universal está dejando de ser el medio aglutinador de la sociedad. “Los procedimientos burocráticos de control y coordinación –concebidos para actuar mediante comando político–administrativos sobre una población “territorializada” y ligada entre sí por una común tradición nacional– resultan ahora ineficaces ante fenómenos desterritorializados, como la economía de mercados internacionales, el narcotráfico, las comunicaciones globales, la amenazas ecologistas o la distribución de la riqueza a nivel mundial. (p. 115). La globalización ha cuestionado el papel del Estado en cuanto a su eficacia para la expansión de los mercados, igualmente los medios de comunicación han traspasado las fronteras nacionales y mantienen una comunicación transnacional, donde el Estado ha dejado de jugar el papel normativo al respecto. La nueva función del Estado es brindar legitimación a las nuevas formas de la producción y del mercado, además de otorgar las garantías jurídicas y de seguridad para alcanzar su expansión. Sin embargo, toca a los procesos de reproducción de la cultura sustituir el papel del Estado en su papel de aglutinador de la sociedad, hoy la cultura es quien puede cohesionar a la población, por ejemplo, la organización y participación en una festividad religiosa o una mayordomía, siguen siendo expresiones culturales que se practican más allá de las fronteras y ámbitos territoriales originarios, no sólo siguen vigentes, sino que están reforzándose.

La globalización, está construyendo un discurso que en términos simbólicos rebasa la idea del nacionalismo, propone la creación de un hombre universal, una especie de hombre global desterrado, sin referencia a la comunidad, a las tradiciones, al territorio, sin identidad claramente definida. Se plantea la creación de un ser integrado a un todo, un ser homogéneo. En un intento de querer explicar el problema de la gran desigualdad generada por la expansión del capitalismo, Brünner señala que “…las comunidades más desprotegidas y carentes de recursos no anhelan quedarse fuera del circuito de la civilización material emergente, por dura que pueda ser su resistencia a abandonar las formas culturales heredadas”. (p. 126). Parece ser que la condición de desigualdad esta necesariamente ligada a la resistencia a mantener las tradiciones culturales de los pueblos y grupos étnicos más pobres, que por tanto, para poder insertarse a los “beneficios de la civilización emergente” tiene forzosamente que abandonarse las tradiciones culturales.

Como alternativa a lo que consideran el debilitamiento de las sociedades tradicionales, se propone la formación de una sociedad de públicos como el modelo ideal del ser posmoderno, que está inscrita en el marco del mercado de símbolos, es decir, responde a la necesidad de los mass media de incrementar su mercado para seguir insertos en la lógica de la expansión del capitalismo mundial. En el ensanchamiento del espacio comunicativo, los múltiples mensajes que se envían, propician que se genere un proceso que lleva la gente a redimensionar su identidad; entiendo por ello como la puesta en juego del conjunto de valores y tradiciones que están en constante resignificación, éstos no se desechan o se practican por simple voluntad o repetición, están vigentes en la medida que significan algo para el grupo que los porta, los crea y los recrea. En el campo de la reproducción de la cultura, son los grupos sociales, que de acuerdo a sistemas de necesidades y experiencia histórica, a quienes les toca cuestionarse si mantienen o reproducen sus tradiciones (o no), es decir, asumen una posición distinta a la oferta proveniente de los medios.

Por otra parte, los contenidos culturales transmitidos por los medios de comunicación promueven las expresiones de la cultura popular norteamericana, ya que con ello se cumplen los requisitos y necesidades de los mercados culturales, “lo que se impone eventualmente en el mundo no es la alta cultura de la modernidad, sino la industria de la cultura popular”. (p.173). Sin embargo, la mayoría de la población no recibe estos contenidos de forma unidireccional, éstos son refuncionalizados y reinterpretados para ser lanzados como apropiaciones culturales de los grupos sociales, por ejemplo, la utilización por jóvenes de distintas partes del mundo de íconos y símbolos provenientes de los mass media que son interpretados y significados como marcas de identidad, tanto generacional como barriales.

La capacidad creativa y de refuncionalizar la información por parte de los distintos grupos sociales es creciente, por ello el “esteriotipo del espectador pasivo” como uno de los signos que la posmodernidad pregona se está quedando atrás, por ejemplo, el uso que diversos sectores minoritarios como los pueblos indígenas de América Latina están haciendo del video, las computadoras y el Internet demuestran la gran capacidad de apropiarse de los mass media por parte de la gente.

Considero que a lo largo del texto, el gran ausente es el hombre común y corriente, la tesis del protagonismo de los mass media está por encima de toda comunidad humana, se les excluye del análisis, Brünner no explora la posibilidad de conocer cómo reciben y refuncionalizan los mensajes y cómo se están construyendo los nuevos valores. Parece que sólo los símbolos que son transmitidos por los mass media son los únicos que están en circulación, que los distintos grupos humanos no han establecido, reformulado o reforzado nuevos circuitos de reproducción y transmisión de la cultura.



[1] Brunner, Jose J. 1998.  Globalizacion Cultural y Posmodernidad. Fondo de Cultura Económica. Mexico. ISBN: 956-7083-93-2

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